jueves, 20 de octubre de 2016

(1956) UN MAL AÑO EN LA HISTORIA DEL PUERTO DE CEUTA


A tenor de los sucesos ocurridos, 1956 fue un mal año en la historia del puerto de Ceuta. En apenas tres meses, se registraron dos incendios en el muelle de Poniente. Las consecuencias pudieron ser peores, pero afortunadamente sólo hubo que lamentar daños materiales. El primero de los fuegos se produjo en agosto, mientras que el segundo –el que más perjuicios ocasionó- se registró en el mes de noviembre. Ambos, casualmente, se originaron en unas partidas de corcho que iban a ser embarcadas. 

Primer incendio 

El primero de los dos incendios se registró el 22 de agosto. Comenzó pasada las cinco de la tarde. Según recoge la prensa local, las llamas se extendieron en cuestión de minutos, provocando un intenso fuego. Rápidamente, llegaron a la zona numerosos camiones de bomberos y del Ejército, intentando sofocar el incendio por uno de los laterales, pero sobre todo contener las llamas. La cercanía de las canalizaciones de combustible obligaban a una rápida actuación para evitar que el fuego se propagara. Las operaciones fueron dirigidas por el ingeniero jefe del puerto. Incluso fue necesaria la participación en las labores de extinción de una de las embarcaciones de prácticos, que –con varios operarios del puerto a bordo- se aproximó al muelle para coger una manguera, y desde el mar, lanzar agua directamente al corcho ardiendo. 




Pese a la cercanía de las llamas, y el calor que éstas desprendían, desde la pequeña embarcación no se desistió, y consiguió aproximarse al dique para que desde tierra varios operarios pudieran instalar distintas mangueras que comenzaran a lanzar agua sobre el fuego. Poco después, el remolcador ‘Abyla’ sustituyó a la embarcación de prácticos. Lentamente se consiguió cercar el incendio, quedando el fuego controlado -según datos extraídos del archivo histórico del Cuerpo de Bomberos- poco después de las diez y media de la noche. En el archivo de la Autoridad Portuaria de Ceuta se conservan fotografías del suceso. En sus memorias del año 1956 quedó registrado del siguiente modo: 

El 22 de agosto y en la tercera alineación del dique-muelle de Poniente, a última hora de la tarde, estalló un violento incendio que produjo daños de escasa consideración en las instalaciones del puerto; se inició, por causas desconocidas, en una partida de corcho depositada en el muelle para su embarque inmediato y pese a los esfuerzos realizados por el personal de la Junta, de las fuerzas del Ejército graciosamente cedidas por las autoridades militares y del Servicio de Bomberos de la ciudad, favorecido el fuego por el fuerte viento de Poniente, no pudo ser atajado hasta que transcurrieron tres horas. Las pérdidas en las mercancías fueron considerables, si bien como se ha dicho, no tuvieron importancia las producidas en el puerto propiamente dicho”. 

Según figura en el archivo histórico del SEIS (Servicios de Extinción de Incendios y Salvamento) fue necesaria la intervención de toda la plantilla con la que contaba en aquel momento el Cuerpo de Bomberos. 



Tres meses después, un nuevo incendio 

Tres meses después, el puerto volvía a sufrir un nuevo incendio. A juicio de la prensa local, el más importante de su historia hasta ese momento. De nuevo, varias toneladas de corcho ardían en las instalaciones portuarias. Ocurrió el 26 de noviembre. 
El fuego se originó a escasos metros de un buque noruego que transportaba combustible. Mientras los integrantes del cuerpo de Bomberos intentaban sofocar el fuego, desde el propio petrolero se lanzaba agua directamente sobre las llamas. Las labores de extinción, ante el intenso viento de Levante que soplaba, parecían inútiles; por lo que pronto el fuego se extendió a otros fardos de corcho e incluso a vehículos que estaban estacionados en la zona. La presencia de manchas de combustible en el suelo provocó pequeños incendios que iban sofocándose por operarios del puerto conforme se iban originando. El buque noruego, que había sufrido una avería en el ancla, se vio obligado a soltar amarras y alejarse del dique. Se optó por lanzar al agua parte del corcho incendiado y el que aún no había ardido, evitando de este modo que el fuego se propagara, aunque las chispas del incendio suponían un auténtico peligro. 



El fuego alcanzó importantes dimensiones, siendo apreciable desde muchos puntos de la ciudad. A las labores de extinción se sumó el Ejército e incluso marineros de buques que se encontraban atracados en el puerto ceutí. Empujados por el viento, y como consecuencia de los efectos de la corriente, algunos fardos de corcho ardiendo que anteriormente habían sido lanzados al mar fueron arrastrados hasta la fábrica de hielo, ubicada en el muelle de Poniente.
El fuego alcanzó las tuberías de la empresa CEPSA, pero el paso del combustible había sido cerrado previamente. Las tuberías, que fueron impregnadas de brea, ardieron. Al igual que lo hicieron dos grúas que estaban situadas en la zona. Las chispas seguían propagándose como consecuencia del fuerte viento. Poco a poco los esfuerzos surtieron efecto, y el fuego controlado hasta su total extinción. Los daños materiales fueron cuantiosos, mucho más que en el incendio registrado tres meses antes en el mismo lugar. No hubo que lamentar daños personales, salvo algunas heridas leves como consecuencia de las labores de extinción. En el archivo de la Autoridad Portuaria se conserva un resumen de lo sucedido aquel 26 de noviembre de 1956, lamentando y enumerando los importantes daños materiales: 

El 26 de noviembre y a última hora de la tarde, un nuevo incendio se produjo en el puerto, esta vez en la quinta alineación del dique-muelle de Poniente y soplando fuerte viento de Levante. Como en el anterior se originó en unas partidas de corcho allí depositadas y que debían ser embarcadas al día siguiente, pero en esta ocasión los daños producidos en las instalaciones portuarias fueron muy sensibles, ya que, aparte de quedar inutilizadas las redes de alumbrado y fuerza en un importante sector, las llamas alcanzaron a la grúa de 20-30 toneladas y a dos de tres toneladas, ninguna de las cuales pudo ser retirada por distintas causas, antes de que el fuego llegase a ellas. Para colmo de males, algunos de los voluntarios que tomaron parte en la extinción del incendio, arrojaron al agua, con la esperanza de que allí se apagasen, varias pecas de corcho en ignición, que el viento transportó hasta la tercera alineación donde se encontraba atracada la grúa flotante de diez toneladas de potencia, propiedad de la Junta, que hubo que hundir, para evitar males mayores, cuando los esfuerzos desarrollados para dominar el fuego a dicha embarcación resultaron baldíos”. 

La labor del Cuerpo de Bomberos se prolongó hasta la mañana del día siguiente. A las diez de la mañana, según figura en el archivo histórico del SEIS, se dio por extinguido el fuego.